El stock ovino uruguayo atraviesa una de sus etapas más críticas en décadas. De los 28 millones de lanares que había en el país, hoy subsisten apenas cinco millones, una disminución que refleja no solo un cambio productivo, sino también una pérdida de productores y trabajadores vinculados al rubro. Según el productor Alejandro Michelena, se han perdido alrededor de 20.000 productores y 53.000 puestos de trabajo vinculados a la oveja, un animal que históricamente ha generado más mano de obra y mayor radicación en el medio rural.

Michelena sostiene que la caída responde a varios factores: falta de rentabilidad suficiente para incentivar la producción, escasez de acuerdos comerciales estables, baja en el número de productores y ausencia de una estrategia de Estado coherente. “Se hizo un Plan Estratégico Nacional del Rubro Ovino cuando había 12 millones de lanares para aumentar el stock, y hoy tenemos cinco millones. Claramente lo que se hizo no funcionó”, expresó.

Problemas estructurales del rubro

El entrevistado subraya que, más allá de la caída del stock, la cadena ovina presenta dificultades en su estructura industrial. En muchas plantas frigoríficas, la faena de lanares cumple un papel secundario: sirve para mantener la operativa en momentos en que se reduce la faena de vacunos, pero no es prioritaria. Esto deriva en que, durante buena parte del año, especialmente en el caso de ovejas adultas, la faena ovina se vea limitada.

“El costo de la mano de obra para faenar ovinos es bastante más alto que en vacunos, medido en kilos de carne producida. El tiempo que insume faenar un lanar para los kilos que rinde es mayor, por lo que industrialmente se prioriza el vacuno” reconoció el productor. Sin embargo, Michelena plantea que el cordero orgánico podría revertir parte de esta situación, ya que ofrece un diferencial de precio cercano al 70% sobre el mercado convencional, margen que permitiría absorber estos extracostos si la cadena se orientara adecuadamente.

La necesidad de políticas claras

Michelena recuerda una reciente reunión en la Asociación Rural de Tacuarembó, donde el ministro de Ganadería reconoció que “no había una pauta clara en el desarrollo de la oveja”. Para el productor, el diagnóstico está hecho y el mercado existe; lo que falta es alinear a todos los actores de la cadena. “Acá hay una forma clara, un mercado bastante definido. Lo que habría que hacer es coordinar a quienes participan de la producción, la industria y la comercialización para que esto funcione”, afirmó.

Uruguay cuenta con condiciones naturales favorables para la producción orgánica. Un 75% del stock ovino nacional se concentra en departamentos de basalto —Artigas, Salto, Paysandú, Tacuarembó, Rivera y Cerro Largo— donde el manejo a campo natural es predominante. Esto reduce la necesidad de tratamientos químicos, permitiendo cumplir más fácilmente con los estándares orgánicos.

Para el productor, el futuro del rubro ovino depende de decisiones inmediatas. La caída del stock, la pérdida de productores y la falta de articulación en la cadena exigen una revisión profunda de las políticas sectoriales. “Me parece que es momento de barajar de vuelta y dar de vuelta. O que el último que quede apague la luz”, resume, con crudeza, el sentimiento de urgencia.

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